18/9/09

Un debate serio sobre la verdadera realidad de la prostitución, sin hipocresías ni cinismos.

Cada cierto tiempo, surge en los medios de comunicación el debate sobre “la prostitución”. En cada ocasión, parece que hubiéramos descubierto un problema nuevo y en cada debate, se preguntan cuál es la posición del PSOE, planteándolo en la siguiente disyuntiva: ¿regularización o prohibición?

Nuestra respuesta es clara, ni lo primero, que sería como legalizar un tipo de esclavitud; ni lo segundo, que supondría marginar aún más a esas mujeres, vivir en la absoluta clandestinidad y no resolver el problema.

Los socialistas creemos que estas no son las soluciones. Tenemos el ejemplo en Europa. Hay países que optaron por la legalización, como Holanda, y por la prohibición, como en Suecia. Ninguno de esos modelos ha resuelto el verdadero problema: la explotación sexual y trata de mujeres por las mafias.

Más allá de la capacidad o no de las ordenanzas municipales para intentar sacar del ámbito público la prostitución, hay una realidad contundente, un problema social que requiere de otras soluciones. El 90% de las mujeres que hoy ejercen la prostitución en España son personas que fueron engañadas en sus países de origen, países pobres en su mayoría. Mujeres con las que trafican y que son explotadas en nuestro país. Se trata de la esclavitud del siglo XXI. Una esclavitud que surge de los mismos mimbres de siempre: la pobreza, la desigualdad y la injusticia. Con los mismos actores protagonistas: las mafias, que trafican con seres humanos. Y con el mismo móvil: lucrarse por ello.

Nos repugna esa explotación. Nos repugna cuando se ejerce en la calle, en los locales, a través de los anuncios de los medios de comunicación o allá dónde se reproduzca.

Eliminarlo de nuestra vista y mirar hacia otro lado, no es la solución para acabar con este fenómeno, es una posición cínica y cómoda, muy cómoda. Por otro lado, me parece que en ciertas ocasiones posicionarse a favor de la regularización de la prostitución, sin más análisis ni debate en profundidad, como pose supuestamente “progre”, demuestra un desconocimiento preocupante de la realidad, que esconde a miles de mujeres explotadas. ¿Legalizaríamos la explotación laboral infantil? Sabemos que existe en otros países. Incluso aporta “recursos” a las familias más pobres, pero me cuesta creer que nadie dijera que sí a su legalización esgrimiendo estos “argumentos”. Hablamos en ambos casos de Derechos Humanos que debemos defender como sociedad.

El 90% de prostitutas en nuestro país son extranjeras, un dato que habla por sí solo. De ellas, un porcentaje muy elevado son víctimas de explotación sexual, lo que demuestra que el problema no es la prostitución sino la trata de mujeres.

Desde el Gobierno se está trabajando para atajar este problema, que es profundamente complejo. En diciembre de 2008 el Parlamento aprobó el Plan contra la Trata, (Plan Integral de lucha contra la trata de seres humanos con fines de explotación sexual) que persigue objetivos tan necesarios como proteger a las mujeres en esta situación, luchar contra las mafias y situar este problema en el debate público, sensibilizar sobre el origen y las causas de esta lacra, que nos afecta a todos como sociedad.

Este Plan fue fruto del trabajo llevado a cabo en el Parlamento y de una subcomisión de estudio que trató en profundidad el problema y sus posibles soluciones.

En la actualidad, desde el Ministerio de Igualdad se están preparando, dentro de este Plan, algunos cambios legislativos (en el Código Penal, la Ley de Extranjería y la Ley de Enjuiciamiento Criminal) y una serie de estudios para ampliar nuestro conocimiento sobre este problema y poder diseñar mejor las soluciones. No obstante ya tenemos algunos resultados: a lo largo del año pasado y en lo que va de 2009 ya se han desarticulado más de 200 redes de tráfico de mujeres y explotación sexual.

Debemos tratar este tema con serenidad y rigor, plantándole cara con todas las herramientas que pone a nuestra disposición el Estado de Derecho que hemos construido entre todos. No podemos quedarnos en el final del problema, debemos incidir en el origen. Debemos perseguir a aquellos que trafican con las mujeres para su explotación sexual y trabajar para dignificar la vida de las víctimas. Pero no podemos hacerlo solos.