23/4/09

Mis tardes con Juan Marsé


El premio Cervantes que hoy recibe Juan Marsé es una buena noticia para todos aquellos que, en algún momento de nuestra vida, hemos disfrutado con sus libros. Y una buena ocasión para revisitar algunos de sus textos o para abordar la lectura de alguna de sus novelas aún no leídas, las que tenemos pendientes en la mesilla de noche o junto a nuestro sillón de lectura preferido, ese rincón mágico desde el que emprendemos viajes y nos dejamos llevar por la atracción de las buenas historias.

Descubrí hace unos años a Juan Marsé con “Rabos de Lagartija” y aún recuerdo la profunda impresión que me produjo: esa sensación de haber encontrado la puerta hacia un mundo fascinante, una pasarela construida con la maestría y el oficio de los buenos escritores, que son capaces de proporcionar a los lectores la posibilidad de explorar nuevas sensaciones. Marsé tiene esa capacidad de imantar nuestra atención con historias y relatos que nos permiten explorar nuevas sensaciones sin movernos de nuestra casa.

Creo que todos los amantes de la literatura sabrán de lo que hablo porque pocas sensaciones pueden igualar en intensidad al momento en el que descubres a un autor con la capacidad de mostrarte un universo literario nuevo por el que transitar, un mundo por el que pasear sin percibir sus límites, lleno de matices y detalles en los que detenerse y entretenerse durante horas. Narraciones, relatos, historias, personajes que activan procesos de búsqueda personal que se prolongan durante años, vivencias que te enriquecen, pensamientos que te permiten crecer como ser humano. Todo un proceso de maduración que tiene su punto de partida en una buena novela, en una buena historia. Ese es el poder que comparten la literatura y los sueños.

Voces más autorizadas que la mía han valorado lo mucho que ha aportado Juan Marsé a la literatura y la cultura de nuestro país. Como lectora, yo sólo puedo subrayar mi fascinación por la densidad de la atmósfera que Marsé es capaz de recrear en sus novelas, ese poderoso poder de fabulación y esa irresistible ternura que impregna su visión sobre los seres humanos. Una ternura que nace de la profunda fe en el poder transformador de las emociones. Me fascina esa vertiginosa búsqueda de la felicidad de sus personajes y la hercúlea dignidad con la que Marsé esculpe a sus protagonistas, siempre entre la realidad y los sueños, siempre entre la vida y la ensoñación.

Felicidades, pues a Juan Marsé, por un premio más que merecido que ha tenido hoy la virtud de recordarme lo feliz que nos hace la literatura.