12/12/08

¿A qué juega el PP con la política exterior y de cooperación?

Las políticas de Cooperación no son un tema menor cuando hablamos de un país con el peso y la autoridad internacional que tiene España. La Cooperación debe ser entendida como una política de Estado y no como la hermana menor del diseño de nuestra política exterior. Así lo entendemos los socialistas. Así lo entienden la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas.

El PP, en ocasiones, nos da sobrados ejemplos de su disposición para hacer demagogia con la política de cooperación internacional, intentando arañar un puñado de votos, algo de lo que hemos sido testigos en los últimos días.

Es un juego peligroso que nos debilita como país. Es un juego inmoral porque estamos hablando de las necesidades de millones de personas que necesitan del esfuerzo y la solidaridad de sociedades como la española para su propia supervivencia. Es un juego irresponsable porque las políticas de cooperación, además de voluntad política de los gobiernos, exigen de un alto grado de consenso social para salir adelante. Y ese consenso es frágil y puede erosionarse si los ciudadanos perciben que no se está gestionando con rigor los recursos que, entre todos, destinamos a la ayuda al desarrollo de los países empobrecidos.

Estamos hablando de personas que se enfrentan a situaciones durísimas, en ocasiones en países al borde del abismo. Y hablamos de recursos que son de todos los españoles y españolas.

Por eso afirmar, como ha hecho el PP, que el dinero destinado a la cúpula de Barceló en la sede de Naciones Unidas ha salido de partidas presupuestarias destinadas a la ayuda al desarrollo es peligroso, inmoral e irresponsable.
Y lo es porque la afirmación se basa en una clamorosa mentira fácilmente comprobable por cualquier ciudadano.

Es incalificable que el PP, que en el gobierno no tuvo ninguna voluntad política de impulsar la cooperación al desarrollo (cuando dejaron el gobierno estaba en 0,23% del PIB, exactamente igual que en 1997), no sea capaz de reconocer que este gobierno sí ha tenido esa voluntad: la que nos permitirá acabar el 2008 destinando a este capítulo el 0,5% del PIB y finalizar la legislatura alcanzando el 0,7%.

Es escandaloso que, además de no reconocer este hecho, utilice la mentira para intentar descalificar al gobierno y, de paso, erosionar el apoyo ciudadano a estas políticas, generando dudas sobre el destino final de los fondos que todos españoles dedican a cooperación.

¿Dónde quiere llegar el PP con esta deriva? Todo indica que su objetivo es tapar los errores (no reconocidos aún) de sus ocho años de gobierno en materia de política internacional y extender un sucio manto de sospecha que les sirva para eludir responsabilices propias y desgastar al gobierno socialista.

Los errores del PP incluyen el consentimiento y autorización expresa que hizo el Gobierno de Aznar a realizar escala, en suelo español, a los llamados vuelos de la CIA, que transportaban prisioneros con destino a Guantánamo, algo que hizo ocultándolo deliberadamente a la opinión pública y que hemos conocido en estos días.

Desde el Gobierno socialista de Zapatero siempre se ha trabajado con la voluntad de la transparencia, especialmente en las políticas de Asuntos Exteriores. Desde el año 2007, el Gobierno estableció nuevos mecanismos para que esas escalas no pudieran producirse. Nunca hemos permitido ni permitiremos ninguna violación de los Derechos Humanos en España en relación con estos vuelos.

Hemos recuperado el prestigio internacional que nuestro país nunca debió perder, nos hemos colocado a la vanguardia en el diálogo entre civilizaciones, la apuesta por la paz y unas relaciones internacionales más justas y en el grupo de cabeza de los países con un mayor compromiso en la lucha contra el hambre, la guerra, la desigualdad y las pandemias que asolan nuestro planeta.

Es una política acertada, fundamentalmente porque refleja exactamente la voluntad de la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas españoles.
Por eso podemos afirmar que las maniobras del PP no nos despistarán y no conseguirán distraernos de nuestro trabajo.