25/10/09

Acto de reincorporación


Desde ayer, 36 compañeros y compañeras, entre ellos Juan Negrín, volvieron a casa, si es que aluna vez no estuvieron en ella. Ayer dimos cumplimiento a uno de los compromisos que adquirimos en el 37 Congreso del PSOE, la rehabilitación de militancia de 36 compañeros que fueron apartados del partido en 1946. Hoy, el tiempo y la historia nos han enseñado que aquella decisión fue un error, algo que nuestro partido ha reconocido y rectifica. Recogemos el testigo de nuestras compañeras y compañeros con el firme compromiso de que cumpliremos sus sueños y continuaremos luchando con la misma determinación, con las mismas ideas y con el mismo coraje. Hemos recuperado una parte de nuestra memoria histórica, una memoria que cuenta ya con 130 años, una historia que no queremos olvidar.

Seguiremos apoyando a los hombres y mujeres que quieren rescatar la verdad, homenajear a quienes defendieron la democracia, buscar en las cunetas a quienes fueron fusilados injusta, indigna e ilegalmente, y reconocer y recuperar nuestra historia.

Los socialistas no necesitamos refundarnos cada año, ni tenemos la necesidad de borrar las huellas de nuestro pasado en un permanente viaje a no se sabe dónde, como hacen algunos. Somos un partido fuerte que no teme mirar al pasado porque estamos orgullosos de él y sabemos adónde va.

Un pasado del que forman parte estos 36 compañeros. En el acto de rehabilitación de militancia tuvimos el honor de poder contar con la presencia de sus familiares, que acudieron a la casa de todos los socialistas para reconocer la labor de sus familiares, como fue el caso de Carmen Negrín, nieta de Juan Negrín. Recorrieron miles de kilómetros en la mayoría de los casos para reconciliar la memoria de sus familiares, para sentir el calor de un partido que ha sabido rectificar.

Un encuentro de emociones y reconocimiento a la labor de 36 hombres y mujeres que jamás dejaron de dar voz a las ideas del socialismo, que sufrieron las injusticias de una guerra que les separó de su tierra y de su partido. Lo expresaba muy bien ayer Carmen Losa, que nos regaló unas notas de razón y sentimiento que nos emocionaron a todos los que estábamos presentes. Unos versos que quiero compartir con todos vosotros y vosotras:

Hay demasiados olvidos.
Demasiadas piedras ocultas,
demasiados
caminos por volver a andar,
para acordarnos,
para no quedarnos solos
en este mundo pagano de ideales,
en el barullo diario de coger un autobús o un tren
que nos lleva siempre al mismo sitio.

No miramos, no nos sorprendemos
cuando pasamos por donde en otro tiempo
florecieron personas y luchas y razones
que dan sentido a lo que hoy somos.

Así que hoy
(precisamente hoy)
me levanto,
hoy nos levantamos
para no perdernos, para encontrarnos,
para no olvidarnos.
Y despertar, después de muchos años
sobre una almohada de injustas telarañas
persistentes y tenaces como chicharras de agosto.
Despertar la memoria dormida,
despertar del sueño del olvido,
desperezar nuestros ojos y nuestros pensamientos.
Y agradecer, hasta siempre, hasta la última gota,
agradecer a aquellos que estuvieron
para que hoy estemos aquí todos nosotros.

Carmen Losa




Yo no viví con vosotros
los tiempos en que nadie se entendía.
Yo no era ni tan siquiera
un proyecto de vida de mis padres.
Yo no corrí, yo no luché,
yo no dejé mis brazos y mis piernas en medio del camino,

Yo vine cuando ya la mesa estaba puesta,
cuando se habían ido los que tuvieron que irse
porque no había sitio para todos,
porque no cabían pensamientos en las calles
y se llegaron a prohibir las amapolas de los campos.

Yo nací con un terrón de azúcar en la boca
y me hablaron de cuando no había pan
y yo no lo creía.

Yo rezaba sin saber al lado de quién tenía que rezar
y estudiaba la historia de los libros
hasta la página en que solo había garabatos desdibujados.
Y me hablaron de guerras fratricidas,
mientras yo disfrutaba de una paz plácidamente impuesta.

Yo estudié política en las aulas, cuando la política era solo una.
Y a pesar de todo
empecé a saber que había una razón
detrás de aquello que no se nos contaba.
Que había que encontrar las diferencias,
como en dos dibujos aparentemente iguales
en los pasatiempos de un periódico.

Y ahí estaban, lo sabía,
era cuestión de mirar, de seguir buscando.
Ahí estaban los nombres y apellidos,
ahí estaban las vidas y las muertes.
Y las familias y los amigos
y las palabras escritas y no escritas
y la música callada, silenciada
a golpe de fusil y alarmas antiaéreas.

Hoy sé que soy para que ellos vuelvan.
Hoy sé que estoy para mirarlos a la cara,
para darles mi mano y abrazarlos
y darles aliento
con la sangre que fluye acompasada por mis venas.

Y como yo
todos los que nacimos con un terrón de azúcar en la boca.
Sabemos que nacimos para eso,
para abrazar a aquellos a los que no conocimos
y sentar un precedente ante el futuro.

Carmen Losa